¿Dónde habita la lúdica?
El taller se desarrolla a partir de esta pregunta que se va contestando en la práctica, en la transformación de aquellos espacios que no solo ocupamos sino que podemos habitar.
Espacios que se transforman en territorios al posibilitar sentimientos de pertenencia, lugares confiables, sensibles y creativos. La lúdica habita en estos espacios y tiempos de encuentro con lo que realmente
nos gusta hacer, distante de los tiempos de producción y rendimiento, en los que por momentos hasta parece que el tiempo “vuela”. Espacios y tiempos de confianza y permiso para el despliegue de actividades que no persiguen otro fin que la misma gratificación que provocan. Luego resultan ser esenciales actividades para el encuentro del ser humano consigo mismo, con su identidad colectiva, con lo que se ES y con lo que se está siendo. Diferente al juego, la lúdica no tiene un campo definido de acción. El juego sí lo tiene, el campo de juego, tablero, panel, etc. El taller es un dispositivo de creación de un territorio donde exista la lúdica. Estamos proponiendo a la lúdica como la conquista de un estado que potencie la creatividad, el conocimiento de lo nuevo. El proceso de aprendizaje en el que se involucra la lúdica está basado en la exploración, el ensayo, la pregunta, el diálogo. Salir de nuestras cómodas certezas. Las contradicciones se celebran como motores de aprendizaje. Involucrar el placer del movimiento en el acto de aprender exige percibir a un otro, percibirse a uno mismo y estar comprometidos. La lúdica no se puede imponer, decretar, solo se pueden generar condiciones para que se manifieste, se haga presente, salga a escena. Para que ello ocurra debemos generar espacios desde un proceso que se orienta pedagógicamente en el juego de sostén y se dirige a la creatividad y la autonomía progresiva.