La actividad lúdica en general y el juego en particular se presenta dentro del ámbito educativo, como una forma privilegiada de aprendizaje en las distintas etapas de la infancia. 

En la actualidad, el juego es tema de simposios, congresos, talleres para adultos y niños en la educación formal y no formal. No obstante, y a la luz de los distintos formatos que caracterizan la actividad escolar en educación primaria, se reconocen variadas “limitaciones” que desembocan en algunos casos, en hacer del juego un “como si” y en otros, se ponen en cuestión la importancia y necesidad de aparecer como eje vertebrador de los proyectos para el aula en los diferentes espacios institucionales en los que los/as niños/as construyen saberes. 

Dentro de los nuevos enfoques; se revierte el paradigma de las actividades tradicionalmente superfluas y vanas, para resignificarlas por sus numerosos beneficios. Pierde su parentesco con el no hacer nada o la inutilidad de dichas experiencias y “abandona su condición de pasatiempo o perdedero de tiempo” (Scheines.2017). 

Incluir el juego en la escuela, requiere de un debate reflexivo y creativo sobre la deseabilidad y viabilidad del mismo en las prácticas de enseñanza y aprendizaje.

  Será necesario, recuperar la propia vivencia del jugar para conciliarla con las distintas concepciones y saberes sobre el juego, juego y cultura, juego y desarrollo infantil, juego y enseñanza. Todas ellas desde una mirada abierta, respetuosa, que haga de la relación vincular del jugar, enseñar y aprender, una experiencia genuina sostenida por el conocimiento del entramado conceptual, los juicios de valor y la socialización de reflexiones derivadas del estudio y la vivencia que tenemos sobre este comportamiento tan complejo y multidimensional del ser humano.

Desde los espacios de Formación Docente es de suma importancia incluir no sólo espacios específicos que aborden las perspectivas del juego, sino también proponer instancias transversales desde los diferentes espacios pedagógico – didácticos.