La lúdica es una dimensión humana, por ende se constituye como factor decisivo
en la salud y el bienestar. Las sociedades modernas, basadas hoy en la búsqueda de
rendimiento, amenazan la existencia de la lúdica, incluso el juego que hoy se promueve
carece de lúdica, de goce. La lúdica precisa de un tiempo no apurado para desplegarse.
Requiere del encuentro, de la mirada humanizante, de volver a encontrar el disfrute por
el movimiento, sin otra finalidad que esa. Es un derecho que todos tenemos a la alegría.
La lúdica abarca al juego, pero lo trasciende. Podemos comprenderla como un
trampolín a la creatividad. Podemos descubrirla en el sentido del humor, en lo
espontáneo, en la sorpresa de lo inesperado, en la fiesta, también en una mascarada o en
una colección de estampillas. La lúdica, a diferencia del juego, no tiene un espacio
definido, es la utopía misma.
Precisamos reinstalar territorios donde pueda habitar la lúdica, donde exista la
confianza de explorar y la posibilidad de disfrutar en cada acto de aprendizaje.